Se dice que se creó en el año 979, aunque los primeros datos oficiales de su nacimiento datan de 1100, cuando Bruselas echó a andar como ciudad con la construcción de un castillo en Coudenberg. Su convulsa historia no se tranquilizó hasta que fue nombrada capital del Reino de Bélgica en 1830. Su mayor prestigio llegó cuando en 1958 se convirtió en una de las sedes de la Comunidad Europea, llegando a ser una especie de capital de la Unión Europea. Bruselas no logra entusiasmar a todo el que la visita, aunque solo por uno de sus lugares de interés ya merece la pena visitarla. Es el sitio más emblemático de Bruselas y no tiene rival. Se trata de la Grand Place o Groote Markt, corazón de la urbe y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En esta plaza no solo hay una amplia explanada que se luce como nunca cada dos años en agosto con una impresionante alfombra floral, sino que está rodeada por interesantes edificios históricos. El más emblemático es el Ayuntamiento, que esconde el Salón de Concejales, el Salón de Juntas y el Salón Nupcial. Entre las casas de los gremios, construidas en estilo renacentista flamenco de los siglos XVI y XVII, se encuentran la Maison des Brasseurs, de los cerveceros, Maison des Boulangers o del Rey de España, del gremio de los panaderos, Le Cygne, de los carniceros, Le Cornet, de los barqueros o Le Renard, de los camiseros. También es interesante Le Pigeon, donde vivió el novelista francés Víctor Hugo.
Otros de los símbolos es el Manneken Pis, que en realidad es una estatua realmente pequeña que puede llegar a pasar desapercibida si no fuera por la cantidad de gente que se para a verla. Para completar es interesante desplazarse para ver la versión femenina, Jeanneke Pis, obra de 1987 que fue construida por encargo privado y se encuentra en el callejón Impasse de la Fidélité. Para realizar algunas compras en un entorno incomparable nada mejor que las Galerías Saint Hubert, que datan 1837 y fueron erigidas para poder comprar aunque lloviera y darle más belleza a Bruselas. Su encanto reside en las bóvedas de cristal y el hierro que las sostiene y en las chocolaterías, joyerías y terraza que alberga. Se dividen en tres: la Galería del Rey, la Galería de la Reina y la Galería de los Príncipes. No muy lejos de de allí está la Place de l'Albertine, un lugar que merece la pena ser visitado por la bonita vista que ofrece. Para pasear, nada mejor que el barrio del Sablon, donde se puede admirar el Palacio de Justicia, la Place du Petit Sablon, la Place du Grand Sablon y la iglesia de estilo gótico de Notre-Dame du Sablon.
La Catedral de Bruselas, llamada de San Miguel y Santa Gúdula, es el mejor ejemplo del gótico en Bruselas y ha sido escenarios de bodas, funerales y coronaciones reales de la dinastía que reina en Bélgica desde 1830, los Sajonia-Coburgo-Gotha. Para conocer otros símbolos de la Monarquía Belga hay que pasar por el Palacio Real, cuyo interior puede ser visitado entre julio y septiembre. Sin embargo, la Familia Real no vive allí, sino en el Palacio de Laeken, que no puede visitarse, pero sí los amplios jardines que rodean la zona y que alberga la Torre Japonesa, un pedazo del país nipón en el corazón de Bélgica.
Los museos más importantes de Bruselas son el Museo del Cómic, el Museo Magritte o el Museo de Instrumentos Musicales. Si se desea obtener una buena vista de la ciudad hay que trasladarse al Atomium, que con sus 102 metros de altura ofrece una bonita panorámica. Fue erigido con motivo de la Expo de 1958 y es uno de los atractivos turísticos de Bruselas. Además, la capital de Bélgica es además la capital de Europa, o mejor dicho, la principal sede administrativa de la Unión Europea. Cuenta con un barrio europeo en el que se asientan el Parlamento Europeo, la Comisión Europea, situada en el edificio Belayrmont y la sede del Consejo de la Unión Europea. La zona cuenta con espacios verdes como el Parque Leopold y el Parque y Palacio del Cincuentenario, una zona muy agradable con la que coronar la visita a Bruselas.