Viena es la capital federal de Austria y la principal ciudad del país. Nació como campamento romano y después fue ocupada por ávaros y magiares hasta que Carlomagno se hizo con la urbe y la llamó Ostmark. Se convirtió en residencia imperial de los Habsburgo desde 1556. Carlos V gobernó sobre estas tierras como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, pero a su muerte no se las legó a su hijo Felipe II, sino a su hermano Fernando, nacido y criado en España por su abuelo, el Rey Fernando el Católico, pero que acabó en Viena. Fue su linaje el que gobernó desde entonces el imperio Habsburgo, que derivó en el imperio austriaco y después en el austrohúngaro. Viena estuvo marcada tanto por las invasiones del imperio Otomano, por el poder de los Habsburgo y por las guerras napoleónicas de principios del siglo XIX. Fue en la capital austriaca donde se celebró el Congreso de Viena entre 1814 y 1815, que tuvo como objetivo el restablecimiento de las fronteras de Europa tras la derrota de Napoleón y una vuelta a las ideas del Antiguo Régimen que garantizaba el poder de las monarquías absolutas.
El esplendor de Viena fue creciendo durante el siguiente siglo, convirtiéndose de una de las ciudades más importantes del viejo continente. En 1867, Viena se convirtió en la capital del Imperio austrohúngaro, si bien 10 años antes se había establecido una política de embellecimiento que provocó la construcción de Ringstrasse. El imperio cayó en 1918 tras la derrota del bando en el que luchaba Austria. 20 años más tarde, el país fue invadido por la Alemania nazi, y a lo largo de la contienda, Viena sufrió bombardeos que dañaron parte de su patrimonio histórico. En 1945 Viena fue ocupada por el ejército soviético, permaneciendo durante una década bajo el control de soviéticos, estadounidense, británicos y franceses hasta que se firmó el Tratado de Estado de Austria. El país comenzó a prosperar y su capital recuperó un brillo imperial recuerdo de tiempo pasados al mismo tiempo que miró al presente y al futuro.
Su tamaño y monumentalidad son tan enormes que puede resultar hasta chocante para un pequeño país como Austria, pero no conviene olvidar que Viena fue en el pasado capital del imperio austrohúngaro y sede desde la que los Habsburgo regían los destinos de millones de personas de diversas naciones de Europa hasta su caída tras la I Guerra Mundial. Viena se sitúa a orillas del Danubio, aunque el casco histórico está alejado del río y cerca del Donaukanal, un canal de más de 17 kilómetros que sale del propio Danubio y que termina uniéndose al segundo río más largo de Europa. Esa monumentalidad vienesa se refleja en Ringstrasse, la avenida más importante de la ciudad y la ruta perfecta para disfrutar de un recorrido en el que admirar el Ayuntamiento (Rathaus), de estilo neogótico y en el que destaca una torre de 98 metros, el parque Volksgarten, en el que se encuentra el templo de Teseo, el Parlamento de Austria, la Casa-Museo de Freud, la Iglesia Votiva, el Museo de Historia del Arte, el Museo de Historia Natural, el edificio de la Universidad o el Burgtheater, el Teatro Nacional de Austria.
Otros rincones de interés son por supuesto los palacios. El más imponente en el Palacio Imperial de Hofburg, la que fue residencia de invierno de los Habsburgo y en la que se pueden visitar las habitaciones que pertenecieron a Sissi. Más alejado se encuentra el Palacio de Schönbrunn, residencia de caza de estilo barroco que se convirtió en residencia de verano de la Familia Imperial durante el reinado de la Emperatriz María Teresa. A sus impresionantes interiores se unen sus espléndidos jardines, la vista que se puede obtener de la ciudad y el edificio Gloriette, donde se encuentra un café. Otro palacio imprescindible son en realidad dos que se unen por unos jardines. Se trata del Belvedere, formado por el Alto Belvedere, donde se encuentra la Galería de Arte Austriaco, hogar del cuadro 'El beso' de Gustav Klimt. En el bajo Belvedere se puede admirar arte barroco austriaco.
La Catedral de San Esteban, marcada por su tejado azulejado y por una torre desde la que se puede admirar una vista panorámica de Viena, la Iglesia de San Carlos y la Minoritenkirche son otros atractivos de una ciudad que también cuenta con el Museo Liechtenstein, el Museo del Tercer Hombre, el Museo Judío, el Museo Austriaco del Cine, la Escuela Española de Equitación, la Cripta Imperial de los Habsburgo, emplazada debajo de la iglesia de los Capuchinos, la Casa de Mozart, Prater con la Noria Gigante, el Leopold Museum y el Museo de Arte Moderno, el Stadtpark, donde se alza la estatua de Strauss, la Ópera Estatal, el Musikverein, donde se celebra cada 1 de enero el famoso Concierto de Año Nuevo de Viena o Hundertwasserhaus, las casas de colores de Viena. Y para ampliar la visita nada mejor que disfruta de un café vienés con un trozo de tarta Sacher en el Café Sacher o el Café Demel.