En mitad de la Ribera del Duero vallisoletana y ejerciendo de capital de esta región se encuentra Peñafiel, la "peña más fiel de Castilla". El castillo, las bodegas y viñedos que rodean el casco urbano o el olor a lechazo asado que se escapa de los restaurantes son los tres pilares fundamentales por los que es conocido este encantador pueblo de la provincia de Valladolid. Sin embargo, Peñafiel cuenta con algunos secretos más, además de visitas imprescindibles que no debes perderte, como las que te vamos a contar a continuación.
Los imprescindibles de Peñafiel
El símbolo por excelencia de Peñafiel es su castillo. La panorámica de esta fortaleza es una de las postales más famosas de la Ribera del Duero, siendo lo más característico su forma de barco y la considerable altura a la que se encuentra, ejerciendo de perpetuo guardián de toda la región. Además, este castillo es lugar de peregrinaje para todos los amantes del vino, puesto que desde 1999 es la sede del Museo Provincial del Vino, uno de los más visitados de toda la comunidad castellanoleonesa y cuya visita permite descubrir todos los secretos de este manjar líquido.
Paseando por Peñafiel también descubrirás la Plaza del Coso, declarada Bien de Interés Cultural. Se encuentra rodeada por cerca de cincuenta viviendas de adobe, madera y piedra y desde su construcción en la Edad Media está pensada para albergar la celebración de festejos taurinos, viviendo sus días grandes durante las fiestas patronales del municipio, celebradas a mediados de agosto en honor de San Roque y Nuestra Señora. Sin embargo, la Plaza del Coso también es famosa porque durante el Domingo de Resurrección se celebra en ella la Bajada del Ángel, todo un acontecimiento que cada año atrae a miles de curiosos y visitantes.
Gracias al importante peso que Peñafiel tuvo en la formación de la Corona de Castilla, todavía hoy sus calles conservan parte de su noble herencia pasada. Destaca la Iglesia y Convento de San Pablo que, de estilo gótico-mudéjar, fue levantado sobre el antiguo Alcázar de Alfonso X por orden de Don Juan Manuel. ¿No te suena su nombre? Seguro que lo recuerdas con tan solo decir "El Conde Lucanor", su obra más famosa y una de las más destacadas de la literatura medieval española.
En el centro del casco histórico se ubica la Iglesia de Santa María, que evoluciona del románico al barroco y es la sede del Museo Comarcal de Arte Sacro. Tampoco deberías perderte la Iglesia de Santa Clara, del siglo XVII, que formaba parte de un convento reconvertido actualmente en un hotel que aloja a muchos de los turistas que se acercan hasta Peñafiel. La ruta terminaría en la Parroquia de San Miguel, de estilo tardío renacentista pero de orígenes románicos, y en la antigua Iglesia de San Esteban, que todavía conserva la torre del reloj.
Cuna de la Ribera del Duero
Cuando se escucha el nombre de Peñafiel automáticamente aparece en la mente una botella de vino. Es inevitable pensar en este municipio vallisoletano sin situarlo en plena Ribera del Duero, una de las regiones enológicas más importantes del país que cada vez cuenta con mayor peso a nivel internacional. Peñafiel se ha configurado como una capital perfecta para descubrir este jardín vinícola de Castilla y León.
El enoturismo está de moda y Peñafiel ha sabido aprovechar la riqueza enológica con la que cuenta. En la propia localidad se pueden visitar bodegas muy reconocidas, como Potros, Peñafalcón o Pinna Fidelis. Sin embargo, hay muchas más en otros rincones cercanos a Peñafiel, desde las de Matarromera o las de Arzuaga, destacando también las distintas bodegas que los amantes del vino pueden encontrar en Valbuena de Duero, Pesquera de Duero o Curiel de Duero. Como se ve, el Duero da nombre a todo, ya que el río ha sido desde siempre principio y fin de vida de esta región, siendo sus aguas las que riegan la uva con la que se elaboran los verdejos, los tintos y algunos rosados que maridan el viaje de los turistas.
Sin embargo, no solo de la visita a bodegas y las catas de vinos se sirve el e noturismo de Peñafiel, sino que también han sabido aprovechar la tradición vinícola para desarrollar muchos más productos que hacen las delicias de los turistas, como los relacionados con la salud y belleza. En la comarca puedes encontrar dos spas que ofrecen tratamientos basados en la uva y el vino, además de los usuales baños relajantes en sus piscinas termales o masajes corporales con los que poder descargar el estrés de la rutina diaria.
Un rincón para el paladar
Quien pasa por Peñafiel tiene que hacerlo también por alguno de sus restaurantes en los que degustar el producto estrella de la comarca, el lechazo asado al horno de leña. La raza lechal clásica de esta zona, y una de las más antiguas de todas, es la Churra, siendo la que catarás en tu visita a Peñafiel u otros rincones de Castilla y León, como Campaspero (Valladolid), Sepúlveda (Segovia) o Aranda de Duero (Burgos).
El lechazo se sirve por cuartos en una cazuela de barro, crujiente por fuera y bien horneado por dentro. Además, suele acompañarse con una ensalada de lechuga, tomate y cebolla, y solamente está cocinado con un poco de agua y sal, ya que el sabor que tiene esta deliciosa carne es más que suficiente.
Planifica tu visita a Peñafiel
Una vez descubierto todo lo que puedes hacer y ver en Peñafiel, tan solo queda decidir la mejor fecha en la que visitar este pintoresco punto de Castilla y León. Si quieres sacar el máximo jugo al vino y la gastronomía local, entre los meses de septiembre y octubre, coincidiendo con los períodos de vendimia, se celebra cada año la feria Riberjoven. En este encuentro se pueden catar los vinos jóvenes de la zona, además de los más sorprendentes pinchos elaborados con productos de la tierra, eligiendo los visitantes en el Concurso de Pinchos Riberjoven al mejor de todos.
Por su parte, los más fiesteros tienen una cita en Peñafiel del 14 al 18 de agosto, cuando la localidad celebra sus fiestas mayores que atraen a todas las poblaciones de la comarca. Uno de los platos fuertes de estos días es el famoso Chúndara, un desfile al estilo pasacalles que tiene lugar a las 17:00h durante todas esas jornadas. En este cortejo los vecinos arrojan agua desde los balcones mientras los participantes van al ritmo de una adaptación del pasodoble "La Entrada" de Esquembre.