Jordania es un país lleno de tesoros, de encanto y de lugares por descubrir. Se necesitaría un mes, o un año o incluso una vida entera para recorrer esta tierra llena de historia, de arte, de cultura y que supone un oasis de paz en un contexto geopolítico muy complicado. Sin embargo, Jordania es un país amable, tranquilo, tolerante y seguro en el que el viajero puede disfrutar de una experiencia agradable y empaparse de las maravillas que ofrece esta estable nación de Oriente Medio.
Por aquellas tierras pasaron los amonitas, los moabitas, los edomitas o los nabateos, estos últimos responsables de la espectacular Petra, la joya de Jordania. Pero también estuvo Alejandro Magno y sobre todo los romanos, a los que se debe, como ejemplo más destacado, Jerash, un tesoro de incalculable valor. Los romanos cayeron, como también lo hicieron los Omeyas, los mamelucos e incluso los otomanos, que gobernaron entre 1517 y el final de la I Guerra Mundial, cuando el Imperio Otomano fue desmembrado.
En 1916 había tenido lugar la Revuelta Árabe contra los otomanos que aupó al que después sería el Rey Abdullah I, fundador de la dinastía Hachemita e hijo de Hussein ibn Ali, jerife de La Meca. El 25 de mayo de 1921 se crea el Emirato de Transjordania con el apoyo de Reino Unido y con Abdullah I como Monarca.
En 1946, el Emirato se convierte en Reino, cambiando de nombre en 1950 por el de Reino Hachemita de Jordania. A Abdullah I le sucedió su hijo Talal I, breve rey al que se obligó a abdicar en favor de su vástago Hussein I. El 7 de febrero de 1999 murió Hussein I, obteniendo la Corona su hijo Abdullah II. Son Hussein I y Abdullah II (o Abdalá II) los Reyes más famosos de Jordania y cuyos rostros pueden verse en determinados lugares del país, al igual que el de la Reina Rania, esposa de Abdalá II, y el de su hijo y heredero, llamado a ser Hussein II de Jordania.
La historia de Jordania es rica e intensa, y efectivamente haría falta dedicar mucho tiempo a conocer Jordania, pero en una semana se puede recorrer parte de los lugares más interesantes y simbólicos, o al menos una buena parte de ellos. No están en esta guía Madaba, el Monte Nebo o Betania, el lugar en el que habría sido bautizado Jesucristo, o la Ruta de Egeria, eso tendrá que ser en otro viaje, pero sí un recorrido con el que enamorarse de un país del que es imposible olvidarse, al que siempre se quiere volver.
Día 1Jerash y Gadara, el poder del Imperio Romano
La puerta de entrada a Jordania suele ser Amman, donde se encuentra el Aeropuerto Internacional Reina Alia. Desde la capital de Jordania se puede comenzar un recorrido por el noroeste del país, una zona que impresiona y que por sublime que sea Petra, que lo es, no tiene nada que envidiar a la belleza de este rincón de Oriente Medio.
Jerash, la Pompeya de Oriente
El esplendor del Imperio Romano en Jordania puede admirarse en Jerash (Gerasa), situada a unos 50 kilómetros al norte de la capital, y donde se asientan los restos de una espectacular ciudad que alcanzó su esplendor durante la dominación romana, que comenzó en el 63 a.C., y que poco tiene que envidiar a la icónica Pompeya. Al acceder, el Arco de Adriano impresiona. Se siente el fastuoso pasado de Jerash ya solo contemplando esta maravilla. Sin embargo, eso no es nada. Esto no ha hecho más que empezar.
Entrar en Gerasa hace sentir que nos encontramos de vuelta al pasado romano en una de las más magníficas ciudades de la Decápolis, las 10 ciudades romanas de Oriente. La Plaza Oval, del siglo I, destaca por sus 56 columnas jónicas, y conectaba el Templo de Zeus con el Cardo Máximo, de 800 metros de longitud y donde se encuentran los lugares más importantes.
De enorme interés son además el Foro, el Teatro Sur, el Hipódromo, de 245 metros de longitud por 52 de ancho o el Templo de Artemisa, del que avisa el Cardo Máximo porque las columnas muestran con su gran altitud que ahí se encontraba el lugar más importante de la ciudad. No te puedes ir sin contemplar el Ninfeo, es decir, la fuente dedicada a las ninfas, o el Templo de Dionisio, obra del siglo II que terminó siendo una iglesia bizantina que fue conocida como catedral, así como los restos de las iglesias bizantinas de San Teodoro, San Juan y San Jorge y la de San Cosme y San Damián.
Un terremoto que tuvo lugar en el 749 d.C. dejó Gerash enterrada y olvidada hasta que el explorador alemán Ulrich Jasper Seetzen la redescubrió en 1806. Tuvo que pasar todavía más de un siglo hasta que en 1925 comenzaron las excavaciones. Pese a todo lo que se ha realizado, no ha salido a la luz ni la mitad, por lo que hace falta inversión para lograr que esa enorme joya pueda ser admirada al completo.
Pella, la ciudad por descubrir
Y tras apreciar toda esa maravilla, todavía queda día por delante para seguir admirando los tesoros del Reino Hachemita. Pella está a una hora en coche de Jerash y se asienta muy cerca de Israel y de Cisjordania. Es un paraíso para los arqueólogos por todo lo que falta por descubrir que fue llamada así porque a Alejandro Magno le recordó a su Pella natal, en Grecia. De hecho, fue fundada por oficiales de Alejandro Magno en el año 310 a.C.
Pella, Tabaqat Fahl en árabe, formó parte de las Decápolis, y debido a su importancia en el pasado, alberga restos de un asentamiento calcolítico del 4.000 a.C., y ruinas del periodo grecorromano como el odeón, así como iglesias bizantinas y una mezquita medieval.
La increíble vista desde Gadara (Umm Qais)
A 45 kilómetros en coche al norte de Pella se encuentra Umm Qais, última parada del intenso primer día de este recorrido. Para llegar hasta allí se sigue una carretera cercana al río Jordán, que hace frontera con Israel. Umm Qais se encuentra sobre la cima de una colina desde la que se puede ver el valle del Jordán, la llamada cesta de Jordania por lo fértil que es aquella tierra, en la que se obtienen frutas y verduras.
No solo se ve el valle del Jordán y las montañas israelíes, sino un lugar tan icónico como el Mar de Galilea, sobre el que la Biblia señala que Jesucristo caminó sobre sus aguas y donde se habría producido el milagro de los panes y los peces. El mar de Galilea, una importante reserva de agua dulce, pertenece a Israel.
También es Israelí lo que se ve desde Umm Qais, y más concretamente desde el asentamiento de Gadara, otra antigua ciudad romana parte de la Decápolis, los Altos del Golán. Se trata de una meseta situada en la frontera entre Israel, Líbano, Jordania y Siria. Lo que se ve desde allí es el territorio que ocupó Israel a Siria en la Guerra de los Seis Días (1967) y la Guerra de Yom Kipur (1973). Pese a lo que pueda parecer, visitar Gadara es plenamente seguro y tranquilo.
Tras admirar lo que se ve al fondo, con tanta importancia bíblica, histórica y geopolítica, hay que centrarse en lo que se ve en Gadara, donde han llegado hasta nuestros días un teatro de basalto negro, una basílica, baños, una puerta de la ciudad, lo que fue un hipódromo y una vía romana en muy buen estado. También se puede admirar el Museo de Umm Qais, con mosaicos, sarcófagos, esculturas y otros objetos de esta ciudad habitada en su momento por poetas y filósofos del mundo clásico. Un gran cierre para un gran primer día que deja ganas de seguir explorando el país.
Día 2As-Salt, Iraq al-Amir y Amman
Tras una primera jornada marcada por el pasado romano que empapó la Jordania de la antigüedad, la segunda etapa nos lleva a As-Salt, ubicada a unos 30 kilómetros al oeste de la capital y que en su momento fue un importante asentamiento al situarse en una ruta comercial. Levantada sobre tres colinas, Cadital, Gadaa y Salalem, As-Salt fue capital del país, es Patrimonio de la Humanidad desde 2021 y destaca por la belleza de sus edificios, coloreados de un tono amarillento debido a la piedra caliza con la que fueron construidos.
Pide un deseo en As-Salt, Iraq al-Amir y Amman
Lo más recomendable es callejear, pasear por los puestos comerciales, sobre todo en Hamman Street Market, donde se puede tomar un café o un té en Iskandarani, y dejarse llevar por una ciudad auténtica, segura y apacible por la que pasaron romanos, bizantinos, musulmanes y por supuesto Alejandro Magno. No dudes en acercarte a la Casa Abu Jaber, una mansión en la que te vas a encontrar un museo del folklore en el que se encuentra un gran vestido negro de tres metros de largo que sin duda llama la atención. Se trata del khalaqa, el traje típico de fiesta de las mujeres de As-Salt.
Esta ciudad jordana, con un marcado pasado otomano, es un ejemplo de la tolerancia religiosa que existe en el Reino Hachemita. Allí puedes encontrarte lógicamente mezquitas, pero también hay iglesias cristianas. Hay una en concreto, la Iglesia de San Jorge, situada en la calle Al-Khader, que data de 1682 y que se encuentra en muy buen estado tras su restauración en 2004. Este templo, que bien merece una visita, tiene una cueva en la que se puede, y se debe, ya que estás, pedir un deseo. Para hacerlo, coge un trozo de papel, escribe lo que anhelas, y lanza el papel a la pequeña gruta.
Una agradable sorpresa en Iraq al-Amir
El siguiente punto del recorrido propuesto es Iraq al-Amir o Araq el-Amir, a media hora larga de As-Salt, por carreteras complicadas, eso sí, y que acoge dos lugares de interés no tan conocidos. El primero de ellos son las cuevas llamadas Grutas del Príncipe, a las que te puedes acercar, donde en el siglo IV a.C. una familia amonita se refugió allí de los ataques de los israelitas. En la entrada de la cueva número 13 se lee en arameo el nombre 'Tobias'.
Pero lo mejor está por llegar. Muy cerca de las cuevas se alza un palacio de estilo helenístico del II a.C. llamado Qasr al-Abd y que se cree que es obra precisamente de Tobias. Se conserva en muy buen estado, destacando su imponente entrada y dos leonas, una en la planta baja, en el lateral izquierdo, y la otra, en el lado derecho, pero en lo alto. Finalizada la visita, no está de más pasar por Asociación de mujeres Iraq al Almeer, donde se puede comer y adquirir los productos de artesanía que realizan las mujeres de esta entidad.
Los graffitis de Amman
Para cerrar el día, el tour continúa en Amman, la interesante capital jordana, una ciudad de 7 colinas que ha ido creciendo hacia el oeste hasta sumar 4 millones de habitantes, casi la mitad del país, y que alberga lugares tan curiosos que puedes conocer con el Amman Underground Tour, que atraviesa el barrio de Jabal Weibdeh.
Empezando en Paris Square, una interesante plaza de la ciudad, y llegando hasta las bulliciosas King Faisal Street y King Hussein Street, te puedes encontrar una serie de graffitis muy interesantes, entre ellos uno de Dalí, y mientras tanto, puedes admirar en algunos momentos del recorrido una vista de la Ciudadela, el lugar más bonito de la capital jordana. En la ruta se encuentran el Museo Darat al Funun, ubicado en la casa Beit al Beiruti, y los restos de una iglesia bizantina situados en la zona sur de Darat al Funun.
Día 3El Mar Muerto y Karak
Al pensar en Jordania, es inevitable acordarse de ese mar único en el que se flota como en ninguna otra masa acuática del mundo. Así, cualquier viaje que se precie a este país de Oriente Medio debe incluir al menos unas horas en el Mar Muerto para relajarte, flotar y recargar fuerzas.
La experiencia de flotar en el Mar Muerto
A poco más de una hora de Amman en dirección hacia el sur comienza el Mar Muerto, una extensión de agua salada que Jordania comparte con Israel y con Cisjordania, ubicados en la otra orilla. Tiene una concentración de sal superior al 30 por ciento, casi 10 veces más que los océanos, lo que permite poder flotar sin esfuerzo. Merece la pena, además de darse un buen baño y relajarse flotando y recibir un masaje con barro con propiedades beneficiosas para la piel.
Este lugar único en el mundo, situado en una depresión a 416 metros bajo el nivel del mar, está amenazado. Retrocede un metro por año por la reducción del caudal del Jordán, río que alimenta el Mar Muerto. Para ello, se trabaja en un plan para llevar agua del Mar Rojo.
El Castillo de Karak
Tras una mañana de relax y desconexión, toca seguir ruta por la carretera que bordea la orilla jordana del Mar Muerto, desde donde se pueden ver los restos del puerto que Herodes Antipas tenía en este gran lago salado para bañarse. El destino es el Castillo de Karak, una fortaleza construida en un lugar dominado por los moabitas que terminó pasando por manos templarias, mamelucas y otomanas. En Karak estuvo el mítico Saladino, héroe para el Islam, que luchó contra los cruzados, venció y se quedó con el castillo.
Karak, por donde pasa el legendario Camino de los Reyes, fue erigido en torno a 1142 d.C. y tiene 16 torres, entre ellas la de Baibars, la más imponente. La visita al castillo es muy recomendable, por la historia que guarda, por su estado de conservación y por las vistas que se tienen desde la fortaleza.
Dana Reserva Natural
A menos de un par de horas de viaje se encuentra Dana, que con 308 kilómetros cuadrados supone la reserva natural más grande del país. La sexta etapa del Jordan Trail empieza allí y termina en Petra, por lo que es el lugar perfecto para el ecoturismo y el senderismo. Se puede descansar en Dana Guesthouse, desde donde admirar las montañas y acantilados que hacen a este lugar tan mágico.
Día 4Amanecer en Dana, día en Petra y atardecer en Wadi Rum
El cuarto día es muy especial. Tras empezar el día con una pequeña ruta por Dana Village, toca poner rumbo a Petra, el símbolo de Jordania. En menos de una hora por carretera se llega a Wadi Musa (Valle de Moisés), la ciudad cercana al Parque Arqueológico de Petra y por donde se accede al recinto. Comienza una aventura para descubrir la gran joya de Jordania, la capital de los Nabateos.
La increíble magia de Petra
Prácticamente todo el mundo tiene Petra en la cabeza al haber visto infinidad de fotos o vídeos o haber leído sobre esta maravilla del mundo antiguo que sobrevivió y se ha incluido en las 7 maravillas del mundo moderno. Sin embargo, nada como verla con tus propios ojos para darte cuenta de que nada de lo que no veas por ti mismo o por ti misma hace justicia a este lugar tan increíble.
Petra, ciudad entre montañas excavada en piedra, fue capital de los nabateos, una de las grandes civilizaciones que poblaron lo que hoy es Jordania. Hacia el siglo I a.C. era rica y próspera gracias al comercio de mirra, incienso y especias, así como por una situación estratégica entre rutas tan importantes como la de la seda. Petra terminó en manos del todopoderoso Imperio Romano, que supo ver el valor de la joya que tenía ante sí y creó un asentamiento del que han quedado grandes e interesantes restos.
La historia de la ciudad de piedra se resquebrajó en el año 363 d.C. debido a un terremoto que la destruyó parcialmente. Fue abandonada, y aunque los beduinos de la zona la conocían, estuvo de espaldas al mundo hasta que el suizo Jean Louis Burckhardt la redescubrió en 1812.
Tras pasar el centro de visitantes y el museo, que también puedes visitar, comienza un camino que no tarda en impresionar. Allí se alzan los bloques Djinn, tres monumentos cuadrados, y después la tumba del Obelisco, obra de los nabateos en el siglo I a.C. merece la pena pararse a contemplarla. Posteriormente comienza El Siq, un camino de 1 kilómetro de largo entre acantilados que llegan a 80 metros de alto y que desemboca en lo que todo el mundo ha venido a ver: El Tesoro (Al-Khaznah).
El estado de conservación de El Tesoro de Petra es excelente salvo por un detalle. El Tesoro se llama así porque está coronado por una urna funeraria que se pensaba que escondía el tesoro de un faraón. Por ello, personas víctimas de la codicia dispararon contra el monumento pensando que saldrían las riquezas. Evidentemente, lo único que consiguieron fue ponerlo en peligro esta impresionante tumba nabatea con una fachada de 30 metros de ancho por 43 de alto.
Tras las fotos en la zona, toca seguir ruta. La Avenida de las Fachadas muestra una hilera de tumbas nabateas, y justo ahí, girando a la derecha, se puede tomar desvío para acercarse a las Tumbas Reales, tener una gran vista del Teatro, engrandecido por los romanos y el único en el mundo tallado en la roca, y ver de cerca la iglesia bizantina. Este camino alternativo merece la pena, aunque hay que estar en forma, para ver las cuatro Tumbas Reales:
- Tumba de la Urna
- Tumba de la Seda
- Tumba Corintia
- Tumba del Palacio
Después toca bajar y admirar el Gran Templo, Qars al-Bint, que también impresiona, o el Ninfeo. Para terminar hay que seguir camino hacia Ad Deir, el Monasterio, encontrando en la ruta el llamado Triclinio del León. A la vuelta, cuando vuelvas a pasar por el Tesoro, aprovecha y vuelve a admirar una fachada que por la tarde se vuelve todavía más bonita. Petra, sin duda, te va a enamorar como ningún otro lugar en el mundo.
Petra
- Dónde: Centro de Visitantes de Petra, Wadi Musa, Jordania
- Horario: Todos los días de 06:00 a 17:00 horas
- Precio: Entrada de 1 día: 50 dinares jordanos (65 euros) | Entrada de dos días: 55 dinares jordanos (71 euros) | Entrada 3 días: 60 dinares jordanos (78 euros)
- Página web: Petra
Puesta de sol en el desierto
Después de una jornada tan especial no tocaba descansar, sino seguir enamorándose de Jordania con una puesta de sol en Wadi Rum, uno de los lugares imprescindibles. De Petra hasta aquí unos 100 kilómetros que no se hacen en menos de hora y media.
Al llegar a este desierto, cuya traducción es Valle de la Luna, la sensación es sobrecogedora. Para alojarse, lo mejor es hacerlo en uno de los resorts-campamento, como por ejemplo Bait Ali Camp, desde donde se puede salir en un vehículo para ver una puesta de sol que no defrauda.
Día 5Wadi Rum, Aqaba y Feynan
El cuarto día de visita comienza pronto si deseas aprovechar la experiencia teniendo en cuenta el mágico lugar en el que estás. Así, los madrugadores pueden admirar la puesta de sol, que también es muy recomendable si te encuentras en Wadi Rum, un valle desértico en el que se han rodado películas como 'Lawrence de Arabia', 'Marte' o 'Rogue One: una historia de Star Wars'.
Una mañana en Wadi Rum
Tras la puesta de sol y el desayuno, toca ruta por los rincones más icónicos de Wadi Rum en 4x4. Se pueden contemplar los restos de un templo nabateo a los pies de la montaña Jabal Rum, muy cerca de Wadi Rum Village. También es interesante acercarse a la formación más icónica de este lugar, la Montaña de Los 7 Pilares de la Sabiduría.
Si bien impresiona, no lo hace tanto como Jebel Khazali, un pico situado en el centro de Wadi Rum en el que se abre un cañón de 100 metros de longitud en el que se encuentran petroglifos, inscripciones támudicas, nabateas e islámicas de gran interés. Y este es solo uno de los lugares interesantes en ese desierto de tonos amarillos, naranjas y rojos que parece de otro planeta.
Aqaba, la playa de Jordania
Tras un breve paso por una estación y un tren abandonados como recuerdo de la línea ferroviaria construida por los otomanos entre 1900 y 1908, el viaje sigue hacia Aqaba, situado a una hora en coche de Wadi Rum. Este lugar en la salida jordana al mar Rojo y un destino habitual de vacaciones para disfrutar de la playa y del buceo. Allí, la Familia Real Jordana tiene un palacio al que acuden para pasar unos días de descanso.
Si no hace tiempo de sol o no te ves buceando, un buen plan si visitas esta ciudad, a la que se puede acceder también en avión, es realizar un paseo en barco con fondo transparente para admirar los corales. Desde una embarcación puedes echar un vistazo a Aqaba, a las montañas que rodean la ciudad, y mirar a un lado Israel, y muy al fondo Egipto.
Feynan Ecolodge, a la luz de las velas y las estrellas
Tras un almuerzo en Aqaba, donde hay numerosos restaurantes, el viaje prosigue hasta la Reserva de Dana, y más concretamente al Feynan Ecolodge, situado a unas tres horas en coche desde la ciudad costera de Jordania y que supone un lugar perfecto para desconectar.
Este establecimiento cuenta con 26 habitaciones y tiene la particularidad de que en los cuartos no hay luz eléctrica, aunque sí en el baño. Para compensar esa falta, hay velas al servicio de los huéspedes y se puede cargar el móvil en un lugar habilitado para ello en la recepción. Este espacio único entre montañas y rocas, tiene así un encanto especial cuando cae la noche, momento en el que se puede subir a la azotea y contemplar las estrellas y constelaciones con un telescopio al servicio de los huéspedes. Si la noche está despejada y no hay luna nueva el recuerdo será todavía más imborrable.
Día 6Amman
Despertar en Feynan es una gran experiencia, pero también lo es terminar este viaje en Amman, donde empezó todo. Tras un viaje que pasa por la carretera que rodea el Mar Muerto se llega a la capital jordana para pasear por rincones que bien merecen una visita.
Aunque el destino es la Ciudadela, por el camino se puede admirar la interesante Mezquita Rey Abdalá I, que destaca por su cúpula azul. Está situada junto a una iglesia ortodoxa, otro símbolo de la tolerancia religiosa del país hachemita.
La Ciudadela
Ya en la Ciudadela conviene primero admirar la vista de la ciudad que se tiene desde este lugar privilegiado. Amman es una urbe construida en 7 colinas y marcada por el contraste entre las civilizaciones antiguas que vivieron allí y las construcciones modernas. Después de enamorarse con lo que hay fuera, toca hacerlo con lo que hay dentro del recinto de la Ciudadela.
Amman era una de las 6 ciudades jordanas del Decápolis, cuando fue llamada Philadelphia, ejemplo de un pasado romano de los que tantos vestigios han resistido hasta el presente. La Ciudadela destaca por las ruinas del Templo de Hércules, que ofrece la imagen más típica de Amman, así como la Iglesia Bizantina, que conoció tiempos mejores. El Palacio Omeya, a cuya restauración ayudó la cooperación española, es una joya del siglo VIII y está coronado con una cúpula azulada. También se puede visitar allí el Museo Arqueológico de Ammán y el Aljibe.
Hummus y falafel en Hashem
Después de visitar la Ciudadela, el paseo nos lleva al Restaurante Hashem, uno de los más antiguos de Jordania y por el que han pasado todo tipo de autoridades internacionales y nacionales. Su famoso hummus y falafel a precios muy asequibles han sido degustados por los Reyes Abdalá y Rania y sus hijos. Curiosamente, el menor de ellos, se llama Hashem.
El Ninfeo y el Teatro Romano
Para terminar la jornada es interesante pasear por King Faisal Square, donde hay numerosas tiendas en las que comprar souvenirs y productos típicos. Continuando por As-Saadeh Street te encuentras la Mezquita Al-Hussein en King Talal Street, y muy cerca de allí esta el Ninfeo, que data del 191 d.C. y que fue la principal fuente pública de la antigua Philadelphia.
Continuando por Al-Hashemi Street se alzan el Odeón y el Teatro Romano, una joya del siglo II d.C. con capacidad para 6000 personas y que está perfectamente conservado tras una acertada restauración. Tiene delante una gran explanada llamada Plaza Hachemita desde la que se puede apreciar todavía su belleza, un cierre perfecto para un viaje inolvidable por un país que espera tu visita.