Madrid. 00h15 de la madrugada del 25 de diciembre de 1734. Todas las campanas de las iglesias de la villa repican sin cesar. No anunciaban el nacimiento de Jesús, sino el terrible fuego que se había desatado en un ala del Real Alcázar, la residencia oficial de la Familia Real española. El símbolo de la Monarquía en la capital del país estaba en peligro, una fortaleza palatina cuyo origen se remontaba al período árabe, por el que también pasaron los Trastámara y los Austrias, pero en el que no dejarían su huella los Borbones. Ellos tenían otros planes para la ciudad: construir un majestuoso palacio, que ha llegado a nuestros días como Palacio Real o de Oriente.
La Nochebuena más triste de Madrid
Sin duda, la Navidad de 1734 es la más dramática de toda la historia de Madrid. Durante cuatro días, el Real Alcázar se redujo a escombros y cenizas tras una chispa que debió de saltar en uno de los muchos aposentos que componían este regio complejo. Se perdían casi mil años de historia y el que hoy en día habría sido el monumento más majestuosos de toda la ciudad en caso de no haberse producido esta terrible catástrofe.
Por más que se intentaron sofocar las llamadas, nada se pudo hacer. Tal fue la magnitud del calor que se generó entre sus antiguos muros que los bronces y platas se fundieron por completo, muchas joyas reales se perdieron y más de 500 obras de arte se calcinaron para siempre. Sin embargo, muchas de ellas consiguieron salvarse, como 'Las Meninas' de Velázquez, que se sacaron por una de las ventanas. Lo mismo ocurrió con otros muchos cuadros que vemos hoy en día en el Museo Nacional del Prado, en los que todavía se aprecian las huellas del humo que casi les ahogaron para siempre.
Un incendio fortuito o ¿intencionado?
Uno de los grandes misterios de la historia de la capital española está asociado a este mismo hecho que se produjo en la Nochebuena de 1734. Cuentan las malas lenguas que Felipe V, el primer Borbón que reinó en España tras ganar la Guerra de Sucesión al trono español en la que se involucró toda Europa, añoraba tanto la belleza de su Versalles natal que no soportaba vivir entre los sencillos, austeros y grises muros del Alcázar madrileño, por lo que decidió acabar con él para construir un nuevo palacio.
Algunos hechos que podrían apoyar esta teoría se corresponden con que dio la casualidad que la Familia Real se encontraba celebrando la Navidad en el Palacio Real del Buen Retiro y, por tanto, a salvo de las llamas. Además, también hay constancia que días antes algunas obras del Real Alcázar se habían trasladado a ese mismo palacio, al otro lado de la ciudad. Sea como fuere, la leyenda de que el incendio fue intencionado por Felipe V formará siempre parte de los rumores de la historia de Madrid.
Así era el Alcázar de Madrid
La capital de España había perdido uno de sus símbolos más históricos. El Real Alcázar era una fortaleza palatina cuyos cimientos primitivos se remontaban al siglo IX, cuando un simple fortín fue levantado por el emir cordobés Muhamad I. Con la conquista cristiana de la ciudad por parte de Alfonso VI en 1083, se amplió, ya que era utilizado por los monarcas de Castilla como residencia cuando visitaban la villa de Madrid.
Diversas obras se acometieron durante el reinado de los Trastámara, pero lo cierto es que fueron los Austrias, sobre todo Carlos I y Felipe II, los que realizaron las reformas más importantes de todas con la finalidad de darle un aspecto mucho más palaciego que se alejase de su origen medieval, pero su vida se paró en 1734 para siempre. Tras el incendio, se sustituyeron los torreones y muros amurallados por fachadas abiertas de estilo Barroco que dieron forma al que actualmente es el palacio real más grande de Europa occidental.
De alcázar a palacio
El Palacio Real de Madrid comenzó a construirse el 7 de abril de 1738, después de varios años de demoliciones de los escombros del anterior edificio. Tuvieron que pasar veintiséis años, siete meses y veintitrés días, y sobre todo dos reinados, el de Felipe V y el de Fernando VI, para que la Familia Real española pudiera volver a ocupar su lugar de poder, concretamente el 1 de diciembre de 1764, reinando Carlos III, el primer monarca que habitó en él.
Un palacio visitable
Hoy en día, el Palacio Real de Madrid continúa siendo la residencia oficial de los Reyes de España, aunque solamente lo utilizan en actos protocolarios y celebraciones. Los días en que no hay nada programado, los visitantes y turistas son los que se adueñan de algunas de sus estancias, como el Salón del Trono, el Comedor de Gala, la Capilla Real, la Real Cocina o la Real Farmacia.
La visita al Palacio de Oriente, como también es conocido el edificio por la plaza en la que se ubica, es uno de los imprescindibles de la capital de España. Aquí no solo se repasa la historia de los últimos tres siglos, marcada por la huella de los Borbones, sino que todavía se puede encontrar en él parte de la herencia del alcázar que le precedió.
Los leones que acompañan a los tronos de Carlos III del Salón del Trono, que formaban parte de un juego de 12 piezas de los cuales también conserva alguno el Museo del Prado, fueron encargados por Felipe IV y traídos a España por Velázquez desde Italia para decorar el Salón de Espejos del antiguo alcázar. Estas esculturas, junto con otras que hay en otras estancias del Palacio Real, se salvaron de las llamas y son el espíritu de aquel Alcázar de los Austrias que precedió a este gran monumento.