Una catedral no es un monumento más ni cualquiera. Se trata de un reflejo del esplendor pasado de una ciudad en un momento determinado, un símbolo cultural e histórico que permanece inmortal al paso del tiempo. Cientos de generaciones unidas por un mismo edificio que va creciendo con ellas, ampliándose y modificándose, y que, aunque ellas se vean sucedidas por otras, la catedral siempre permanece ahí, impasible, porque es una obra que se construye para la posteridad. Quienes viajan a Burgos, la cuna de Castilla, se percatan de toda esta mezcla de sentimientos y realidades cuando contemplan la grandeza de la Catedral de Santa María.
El 31 de octubre de 1984, el Comité de la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a la Catedral de Burgos, 99 años después de que ya fuera elevada a la categoría de Monumento Nacional. Se trata del único templo catedralicio de España en contar con el título de Patrimonio Mundial de forma independiente, es decir, sin aprovecharse del de la ciudad a la que pertenece. Además, es al mismo tiempo también basílica, por lo que es una iglesia de importante rango en Castilla y León. De estilo gótico clásico, se trata de una de las grandes representaciones arquitectónicas de este estilo en toda Europa y ni las restauraciones a las que ha sido sometida a lo largo de los siglos han borrado su esencia original.
Historia de la Catedral de Burgos
En 1221 se comenzó a construir la historia de esta leyenda de piedra caliza. La Catedral de Santa María sustituyó a una anterior de estilo románico, levantada a su vez sobre el solar que había dejado un palacio real. Burgos era una ciudad próspera que miraba constantemente al resto de Europa, pues en aquel momento era la ciudad más avanzada del medieval Reino de Castilla y León gracias al comercio de la lana. Esta capital necesitaba una nueva sede que estuviera a la altura de las iglesias que comenzaban a despuntar en la vecina Francia, el país con el que siempre competía y que había abanderado el desarrollo del nuevo estilo imperante en el continente: el gótico.
Se debe al rey Fernando III El Santo y al obispo Maurio la ordenación de las obras, que siguieron el mismo modelo de las catedrales francesas de París y Reims. La construcción fue muy rápida, porque en 39 años había sido concluida la fábrica al completo, pero posteriormente se fue ampliando en los siglos sucesivos con nuevas capillas que fueron dando forma al templo tal y como lo vemos hoy en día. Destacan principalmente los añadidos gótico isabelinos del siglo XV, que le dieron a la catedral un aspecto más endémico, alejándose del gusto francés originario.
En este período se colocaron las agujas de sus torres, el cimborrio del crucero que tendría que ser sustituido años después por otro debido a su derrumbe y también la Capilla de Los Condestables, una verdadera catedral dentro de la catedral. A diferencia de los templos franceses, con los que rivaliza, el de Burgos nunca se vio afectado por la oleada romántica del siglo XVIII liderada por la corriente de Viollet-le-Duc, por lo que todas sus formas son góticas y no neogóticas, lo que hace que sea una auténtica joya del arte mundial digna de preservar por su autenticidad. En 2021 celebra el octavo centenario del inicio de su construcción, un capítulo más de una historia que no tiene fin.
Qué ver en la Catedral de Burgos
Cruzar las puertas de la Catedral de Burgos supone viajar a otra época, sentirse un observador en un escenario único de esa España medieval que esperaba ansiosa la llegada del Renacimiento, un estilo que también se aprecia en varios rincones del templo. El más importante de todos es el cimborrio, una de las obras cumbre de la arquitectura renacentista española de la que el propio Felipe II decía que había sido labrada por los propios ángeles.
Además de dar luz al crucero, también ilumina la tumba de Rodrigo Díaz de Vivar y su mujer Doña Jimena. Conocido como El Cid, es una figura histórica de la Reconquista y cuyas hazañas dieron pie al Cantar de mío Cid, estrella de todos los libros de literatura castellana. Esta es solo una de las curiosidades con las que te encontrarás paseando por las naves de la catedral, destacando algunas otras que te contamos a continuación y que no deberías perderte tampoco.
Capilla de los Condestables
Muchos amantes del arte peregrinan a la Catedral de Burgos única y exclusivamente para admirar esta capilla funeraria que se añadió a la girola de la iglesia a finales del siglo XV, cuando el gótico estaba ya en sus últimos momentos y el Renacimiento asomaba. La bóveda estrellada diseñada por Simón de Colonia provoca dolor de cervicales en los turistas, que no pueden dejar de contemplarla boquiabiertos. Cuando bajan de nuevo la mirada al suelo, se maravillan con el resto de tesoros artísticos que decoran la capilla, como los sepulcros de los fundadores o los tres retablos con ricas pinturas de estilo renacentista atribuidas a Diego de Siloé o Felipe de Vigarny.
Capilla del Santísimo Cristo de Burgos
Aunque no cuenta con la espectacularidad de la de los Condestables, la capilla del Cristo de Burgos es una de las más especiales de la catedral. En ella se da culto a una talla de un crucificado de estilo gótico del siglo XIV que está articulada. Su devoción no radica solamente entre los burgaleses, sino que está extendida por toda la esfera católica, especialmente en Andalucía, Sudamérica y Filipinas. La capilla es la original gótica del mismo siglo que la talla y se levantó sobre las ruinas del antiguo claustro románico de la anterior catedral. Junto con la patrona del templo, Santa María la Mayor, el Santo Cristo de Burgos es el ojito derecho de la ciudad.
Capilla de Santa Ana
De entre todas las capillas que rodean a la nave central de la seo burgalesa, la dedicada a Santa Ana es otra de las imprescindibles por la que hay que pasar. Fue levantada a finales del siglo XV, en plena oleada gótico isabelina, y en ella se contemplan algunas de las obras de arte más importante de la catedral, como es el retablo tardo-gótico de Gil de Siloé y policromado por Diego de la Cruz o el sepulcro del obispo Luis Acuña, labrado también por Gil de Siloé. La esencia del gótico se aprecia en todos los rincones de esta capilla, un altar dedicado a la luz de este estilo artístico.
La Escalera Dorada
Debido al desnivel del terreno en el que se construyó la nueva catedral gótica, cuyas dimensiones superan considerablemente a las que tenía la anterior iglesia románica, hubo que salvar una de las entradas al crucero con la construcción de una escalera. Debido al mal estado que presentaba a comienzo del siglo XVI, Juan Rodríguez de Fonseca, obispo y consejero de los Reyes Católicos, decide ordenar el diseño de una nueva, que es la que se mantiene en la actualidad. Su estilo italiano recuerda al de artistas como Miguel Ángel o Bramante, y sus formas son vegetales y exóticas. Esta joya del Renacimiento español ha inspirado a otras escaleras del mundo, como la de la Ópera de París.
Trasaltar
Uno de los secretos mejor guardados de la catedral y que nadie espera encontrar es el trasaltar. Justo detrás del Retablo Mayor, dedicado íntegramente a la Virgen María y en el que se encuentra la talla del siglo XV de la patrona de la ciudad, Santa María la Mayor, se ubica este conjunto pétreo labrado entre 1497 y 1679, representando diferentes pasajes del Vía Crucis hasta la propia Ascensión. La humedad y los problemas de salinización han provocado a lo largo de los siglos el deterioro de la piedra, por lo que las restauraciones y cuidados son continúas, como en el resto del edificio. De hecho, la Catedral de Burgos es uno de los monumentos que más gastos en rehabilitación genera de toda Europa.
Papamoscas
Nadie puede irse de la Catedral de Burgos sin escuchar la hora en punto de la mano del Papamoscas. Se encuentra situado en el primer tramo de la nave central, cerca del triforio y en todo lo alto, justo donde comienza la bóveda. Es un autómata del siglo XVIII que sustituyó al original del siglo XVI, dando la hora a los visitantes y fieles al abrir la boca y tocar al mismo una campana con su mano derecha. El Martinillo es otro autómata que se sitúa a la izquierda del Papamoscas y que informa de los cuartos, siendo sus campanas más agudas.
Cuándo visitar la Catedral de Burgos
Después de haber puesto al descubierto la historia de la Catedral de Santa María y algunos de los secretos que alberga su interior, ahora solo tienes que ir a conocerla en primera persona y ver los demás por ti mismo. Esta joya Patrimonio de la Humanidad está abierta al público durante todo el año, aunque cuenta con dos temporadas.
Del 19 de marzo hasta el 31 de octubre, está abierta desde las 09:30h de la mañana hasta las 19:30h de la tarde, comenzando la visita a cada hora desde la apertura y siendo el último pase a las 18:30h. Por su parte, el resto del año, es decir, del 1 de noviembre al 18 de marzo, la catedral inicia las visitas a las 10:00h y las finaliza a las 19:00h. Cabe destacar que los martes de cualquiera de las dos épocas, a partir de las 15:00h, la entrada es gratuita.