Hendaya es una ciudad de apenas 16.000 habitantes que se encuentra en el suroeste de Francia, muy pegada a la frontera con España. De hecho esta pequeña localidad (junto a otras como San Juan de Luz y Urrugne) se sitúan en lo que se conoce como el País Vasco francés y a simple vista podría pasar por cualquier localidad de la Euskadi española (de hecho un tercio de sus habitantes son de nacionalidad española).
Tanto su tamaño (7,95 km2) como su localización hicieron de Hendaya un punto estratégico en el mapa a lo largo de la historia convirtiéndolo en el lugar de encuentro para importantes figuras como Luis XI con Enrique IV en 1463; Luis XIII y Felipe III intercambiaron a sus hijas, que se habían comprometido respectivamente con sus hijos; y la archiconocida entrevista de Franco y Hitler en 1940. Pero a pesar de haber sido la tierra elegida de tanto monarca, curiosamente la construcción más emblemática de la ciudad, el Château d'Abbadie, no pertenece a ninguna corona ni tampoco fue una fortaleza como tal.
Descubre el Castillo que corona Hendaya a los pies de un enorme precipicio y que tienes que visitar si el País Vasco francés es el destino elegido para unas vacaciones.
Construido para ser un observatorio
El Château d'Abbadie, construido por Eugène Viollet le Duc, es un castillo de la que se puso la primera primera en 1864 y fue terminado en 1884 en pleno apogeo del arte neogótico, momento en el que el entusiasmo por lo medieval y lo histórico llevó a la restauración de edificios de la Edad Media y también a la construcción de castillos intentando imitar las rocambolescas edificaciones de aquella época. Este encargo fue realizado por Antoine d'Abbadie, un científico, astrónomo, explorador, antropólogo y lingüista francés condecorado con la medalla de oro de la Sociedad Geográfica de Francia en 1850 y Presidente de la Academia de las Ciencias de Francia en 1882.
Aunque el edificio también cuenta con una biblioteca y dependencias privadas, la finalidad primera de situarlo en lo más alto de Hendaya era la instalación de un observatorio astronómico desde el que poder cartografiar las estrellas cuando, tras realizar realizar la cartografía de Etiopía durante 10 años, se interesó por la cartografía celeste. Su exterior, de apariencia puramente de fortaleza, es de color blanquecino sobre el que destaca el rojo de la puerta principal y los tejados de pizarra gris marengo. Este estilo arquitectónico contrasta con las diferentes figuras de animales exóticos (inspirados por sus años en África) que decoran la fachada y que parecen estar colocados de manera estratégica como los elefantes mirando al mar; la serpiente sobre la puerta principal; o dos cocodrilos franqueando las escaleras principales de acceso al castillo.
El interior está inspirado por la cultura etíope
Pero una vez atravesado el marco de la puerta principal, atrás queda la época del medievo para dar un salto hasta el continente africano. De regreso ya de sus 10 años en Etiopía, Antoine d'Abbadie decidió plasmar todo lo que retuvo en sus retinas del país africano y plasmarlo por diferentes partes de la que sería su casa hasta el día de su muerte, convirtiéndose el interior en una explosión de colores llamativos y más puro exotismo.
Nada más entrar se encuentra la escalera principal construida en madera maciza adornada por una enorme vidriera de colores en la que aparecen representados los escudos de armas de la familia. Iluminación también brindan dos figuras talladas en madera de hombrecillos de rasgos africanos que sostiene dos lámparas a modo de antorcha. La inspiración africana no se queda aquí, sino que las enormes paredes gracias a los techos altos aparecen cubiertas de diferentes pinturas que representan escenas de la vida cotidiana de las tribus etíopes. Esta se encuentra en el cuerpo central de construcción, en torno a la cual se distribuyen tres alas: una dedicada al estudio, otra a la devoción, y una tercera a la vida social y personal.
En el ala norte se encuentra el observatorio en el que se puede ver todavía todo el equipo usado para cartografiar el cielo allá por los años 80 del siglo XIX, así como la biblioteca que cuando fue cedida a la Academia de las Ciencias en 1987, el mismo año de su muerte, contaba con más de 100.000 obras entre las que se encontraban 960 en vasco,234 manuscritos bíblicos y literario escritos en Ghez, la lengua etíope, y diferentes publicaciones astronómicas que reflejaban la actividad del observatorio, que permaneció en activo hasta 1975.
El ala sur corresponde a las dependencias personales de d'Abbadie que fueron restauradas para el perfecto cuidado de la decoración, que se caracteriza por los tapices en color vivos como el azul, el rojo o el verde y con diferentes inscripciones que hacía referencia a los nombres del astrólogo y su mujer, Viginie, proclamando el gran amor que se profesaban. De todas las estancias, de las cuales ninguna tiene desperdicio, destaca el llamado 'Dormitorio del Emperador' que fue acondicionado para el Emperador Napoleón III donde se hospedaría durante una visita a la región que nunca llegó a producirse.
Otro dato curioso para quien la visita son las sillas del comedor principal. Cada una de ellas tiene inscrita en su respalda una letra diferente del alfabeto que en su conjunto conforman una frase. Una incógnita con el que los lugareños invitan a visitar el lugar para descubrirla. Como bien dicen, no hay castillo sin misterio.
Y por último el ala este, dedicada a la devoción en la que se encuentra la capilla que nada tiene que envidiar a cualquier de las otras dependencias en cuanto a colorido y ornamentación. Sus paredes rojas con techos y cúpulas azules y doradas y vidrieras con impresionantes representaciones en color son una explosión al ojo que deja sin palabras a quien entra por sus puertas. Dentro de la capilla se puede ver un balcón desde donde la señora de la casa podía asistir a misa sin moverse de su habitación. También es en la capilla, concretamente en la cripta situada bajo el coro, se encuentran los restos mortales de los señores de la casa, Antoine y Virginia d'Abbadie.
Este castillo, que cuenta con las mejores vistas de Hendaya es una visita obligatoria para todo aquel que se encuentra por la zona, donde además de una inmersión en la historia ofrece la posibilidad de posteriormente pasear por la playa de Ondarraitz, considerada la sexta playa más bonita de Francia y que ofrece más de 3,5 kilómetros de largo para dar un largo paseo.